jueves, 24 de marzo de 2016

POBLADO DE DOÑA BLANCA - EL PUERTO DE SANTA MARÍA








POBLADO DE DOÑA BLANCA



Realizado por Mª del Carmen del Río Luque
Curso de Patrimonio - Ceper Mardeleva
Diciembre de 2.015




     El yacimiento del Castillo de Doña Blanca presenta un espectacular grado de conservación y guarda las claves para la investigación y una correcta interpretación de la problemática de la presencia fenicia en la Bahía de Cádiz, su relación con los pueblos indígenas y los aspectos cronológicos relacionados con ésta.
     
Situación

Se encuentra flanqueado por el norte por la Sierra de San Cristóbal y por el sur por una amplia y extensa llanura de marismas y salinas formadas por depósitos aluviales del  río Guadalete. Esta llanura formó parte de la Bahía de Cádiz, por lo que el mar llegaba hasta la base del cerro en el que se situó el primer asentamiento. Igual que ocurría en nuestra vecina Évora.

Tiene forma de colina amesetada de planta casi rectangular, mide 6,5 hectáreas de extensión y se eleva 31 m. sobre el nivel del mar. Su relieve, totalmente artificial, se ha formado por la superposición de depósitos y construcciones que se han ido acumulando a lo largo del tiempo alcanzando en algunos puntos 9 m. de estratos arqueológicos. En términos arqueológicos a esta colina artificial se le denomina tell.

Secuencia cronológica

     Los restos más antiguos encontrados pertenecen a una fase tardía de la Edad de Cobre, a finales del III milenio a. C. De esta fase se han excavado algunos fondo de cabañas dispersas por la base del yacimiento que se adaptan a la topografía original del terreno.
Después se produce una fase de abandono que se prolonga hasta mediados del S. VIII a. C. En que vuelve a ser ocupado, construyéndose la primera muralla.

Desde entonces el yacimiento permanece  poblado de manera continua hasta la llegada de los romanos a la Península Ibérica, con motivo de la segunda Guerra Púnica, a fines del siglo III a. C. Durante estos cinco siglos, la ciudad sufre varias remodelaciones urbanísticas y la construcción de otras dos murallas. Después el yacimiento vuelve a quedar abandonado hasta Época medieval Islámica en que se estableció una alquería almohade. (Almohades: hombres de Dios, bereberes. S. XII, ).
Mas  tarde, en el S. XVI se erigió una ermita, de planta de cruz griega, que es la torre aún conservada y que se denomina popularmente como Torre o Castillo de Doña Blanca, ya que la tradición popular la identifica como el lugar en que sufrió prisión la esposa de Pedro I, doña Blanca de Borbón.

Urbanismo


Los restos constructivos pertenecientes al S. VIII a. C. se localizan generalmente cubiertos por una potente capa de sedimentos acumulados de épocas ulteriores, por lo que normalmente es necesario excavar entre 7 y 9 m de
profundidad para hallarlos.   Sin embargo, se ha descubierto una amplia zona extramuros de la ciudad arcaica, en la que no ha habido construcciones posteriores superpuestas, lo que ha permitido la excavación de un amplio sector de viviendas perteneciente a estos momentos. Se disponen en terrazas artificiales, construidas aprovechando la pendiente natural del terreno.

Sistema defensivo

Desde el S. VIII a. C. la ciudad estuvo provista de una potente muralla de la que hoy conocemos una pequeña parte.

Necrópolis de la Sierra de San Cristóbal

Justo al norte del yacimiento, al otro lado de la carretera del Portal, en la falda de la Sierra se encuentra la necrópolis.

Trabajos de campo realizados en el castillo de Doña Blanca

     El poblado y la necrópolis del Castillo de Doña Blanca han sido objeto, desde 1979, de un programa de investigación sobre la colonización fenicia en la bahía gaditana que abarca todo el proceso histórico, desde los primeros contactos de estos pobladores y su implantación en la zona hasta que se produce su abandono, en torno al siglo III a. C.
Desde dicho año y hasta la actualidad, se han efectuado varias campañas arqueológicas en el yacimiento, cuyo objetivo principal ha sido el análisis de la secuencia estratigráfica del poblado, así como el estudio de los aspectos defensivos y urbanísticos en sus diferentes épocas y de los rituales funerarios practicados. No obstante, dentro de este programa de investigación se han llevado a cabo excavaciones de diferentes épocas, que revelaban la importancia histórica del yacimiento.    Además, dentro de este programa de investigación se han llevado a cabo otros tipos de estudios, centrados en aspectos como la alimentación, el paleoambiente, la geología, los metales y las pastas cerámicas.
Las excavaciones efectuadas hasta ahora, por tanto, permiten trazar un ajustado panorama del proceso histórico de la bahía gaditana en su amplia estratigrafía, desde comienzos del siglo VIII hasta finales del III a. C.

1979 - 1981

     En las dos primeras campañas de excavación, llevadas a cabo en los años 1979 y 1981, se realizaron los primeros cortes estratigráficos en la esquina sureste del poblado, delante de la torre, que puso de relieve una amplia estratigrafía de poco más de 100 metros cuadrados de longitud y unos 9 metros de profundidad, cuyo resultado fue la aparición de ciertos vestigios o restos pertenecientes a sistemas defensivos superpuestos y que podían datarse entre los siglos V y IV/III a. C. Al mismo tiempo, este amplio corte dejó constancia de la existencia de varios restos de habitaciones de diferentes épocas que revelaban la importancia histórica del yacimiento.

1982 - 1983

Entre 1982 y 1983, las actuaciones estuvieron más orientadas hacia la excavación de una extensión aproximada de 1000 metros cuadrados, localizada en el extremo sureste del poblado, que se correspondía con una serie de estructuras urbanas pertenecientes a los siglos IV-III a. C., así como varios tramos defensivos pertenecientes a dos murallas superpuestas, reconocidas en el sector suroeste. Se realizaron además varios cortes estratigráficos en la zona, que sirvieron para reconstruir una secuencia desde el siglo VIII a. C. y proporcionaron estratos bien definidos de los siglos VII y VI a. C.

1984 - 1985

Las siguientes campañas se centraron en la excavación de la necrópolis, localizada en la zona de Las Cumbres, en las proximidades del yacimiento de Doña Blanca. Concretamente, se excavó un enterramiento colectivo, bajo túmulo, en el que la presencia de restos incinerados permitió constatar su uso durante la mayor parte del siglo VIII a. C.

1986 – 1987

 En la campaña de 1986 se concretaron aspectos que quedaron pendientes en las prospecciones anteriores del sector sureste. Así, se amplió la longitud de la muralla más reciente, que ya había sido excavada con anterioridad (1982-1983), que cronológicamente se correspondía con un tramo de los siglos IV/III a. C. También se excavó un corte estratigráfico entre esta muralla y la más antigua, de los siglos V/IV a. C., y se realizaron excavaciones en extensión en El Espigón, donde se detectaron restos de una fortificación reciente y los primeros vestigios de viviendas fenicias del siglo VIII a. C. Estas prospecciones continuaron al año siguiente, con un área excavada total de unos 500 metros cuadrados. Se trataba de un conjunto de viviendas del siglo VIII a. C., aterrazadas en la ladera de la colina, que por ahora constituyen la documentación más abundante y mejor datada de la fase arcaica, o de fundación, del poblado. En ella se advirtieron, en algún caso, dos niveles de viviendas y, de viviendas y, de ellos, el más reciente presentaba un buen estado de conservación.

1989

En 1989, la actuación se centró en la excavación superficial de la muralla más reciente de los siglos IV/III a. C., a lo largo de la fachada norte del poblado y con una longitud de 240 metros, aunque también se sacaron a la luz tramos cortos de murallas anteriores. Así, se excavó un pequeño sector en el que se pudo apreciar una sección corta de la muralla arcaica del siglo VIII a. C. y una torre del siglo V a. C., en el ángulo noroeste del poblado, relacionada probablemente con una de las entradas a la ciudad.

1991

En 1991 se amplió la extensión excavada de las viviendas de la zona del Espigón, conocidas como "barrio fenicio", y se obtuvieron más datos de índole urbanística y de sistemas de captación de agua y de defensa, mediante la constatación de unas zanjas excavadas al pie de la terraza inferior de las viviendas fenicias. Los resultados de esta campaña fueron decisivos para el análisis de los materiales fenicios del siglo VIII y de comienzos del VII a. C. También en la zona alta de la Sierra de San Cristóbal se llevó a cabo una actuación arqueológica, con la excavación de 1.500 metros cuadrados de viviendas de los siglos IV/II.

 RECORRIDO POR EL RECINTO


Parada 1.- Torre de Doña Blanca

Según la tradición, éste fue el lugar en que estuvo presa Doña Blanca de Borbón, esposa del rey Pedro I el Cruel.

     Esta original torre fue construida en el S. XV d. C. Aún no se sabe su función con exactitud. Podría haber sido una torre vigía o atalaya o una ermita fortaleza. Lo más original es su forma y los materiales utilizados para su construcción, con gruesos muros de mampostería reforzada en los ángulos por grandes sillares.
Se trata de una construcción de planta de cruz griega a la que se accedía por una pequeña puerta en forma de arco apuntado con un baquetón gótico en uno de los brazos del edificio. Sobre éste se encuentra una pequeña ventana, también apuntada, que aparece igualmente en todos los lados del edificio. La cubierta es plana y se accedía a ella por una escalera interior. Esta rematada por un doble moldura o listel de tradición almohade.
Doña Blanca de Borbón, sobrina del rey Carlos V de Francia, fue obligada con 18 años a casarse con el rey Pedro I el Cruel, como consecuencia de una alianza entre el reino francés y el castellano. El monarca al rechazó y despreció y ella se vio obligada a huir y refugiarse en la Iglesia de Santa María.
El rey ordenó cercar Toledo y hacerla prisionera. Primero fue encerrada en el castillo de Sigüenza y posiblemente trasladada después  a esta torre y  al castillo de Medina Sidonia donde fue asesinada, al parecer, por orden de su esposo.
Las fuentes históricas señalan Sidueña como lugar donde ocurrieron los acontecimientos, y se ha interpretado como Sidonia, por ello se sitúan los hechos en esta zona.

Parada 2.- Corte estratigráfico


     En su estudio los arqueólogos pueden apreciar los diferentes momentos de habitación por los que ha pasado el enclave, gracias al examen de la composición, textura y estructura de las unidades estratigráficas. Estos datos pueden llegar a proporcionar una información vital sobre los paleoambientes, actividades humanas, distribución espacial o procesos de formación del emplazamiento.
Se pueden distinguir distintos muros que llegan a alcanzar hasta 9 m. de profundidad que se pueden situar en torno al S. VIII a. C. - los más profundos- aunque también hay restos de una cabaña perteneciente a una época tardía de la edad de Bronce y los más superficiales corresponden a los S. V/IV/III a. C. Se trata de unos tramos de muralla.   También se encuentra lo que podrían ser restos de un granero, incluso la presencia de semillas carbonizadas y la tierra ennegrecida permite deducir que hubo un incendio.

Vida

     Las características del paisaje, con zonas muy variadas, el litoral costero, la marisma, la sierra y la campiña con suelos de secano dedicados al cultivo del trigo y la vid, y tierras productivas de huerta como las del litoral atlántico por el alumbramiento de aguas. Ello justifica su ocupación desde tiempos tan remotos.
Además la existencia de estos recursos: productos agrícolas, ganaderos e incluso pesqueros, hizo posible el desarrollo de industrias basadas en estos productos.
El cultivo de la vid y el olivo destacan por encima de todos. Hasta el S. VII a. C. no se empezó la elaboración del aceite como tal, hasta entonces existía una variedad de olivo silvestre llamado acebuche, de hecho, Cádiz se denominaba la Isla de los Acebuches.
También fue abundante la producción de cereales y leguminosas pero el principal cultivo fue el de la vid, con la elaboración del vino como producto por excelencia.
En cuanto a los animales, en la Edad de Bronce, el ganado estaba considerado como un recurso económico de primer orden y signo de prestigio. El modelo fenicio se basaba en rebaños mixtos de cabras y ovejas en régimen de semipastoreo orientados a la producción de lana para abastecer la industria de tejidos teñidos, uno de los productos característicos del comercio fenicio.
También existe constancia de la existencia aquí de ganado bovino, necesario para la  realización de las tareas agrícolas. El cerdo tenía aquí poca entidad pero sí se documenta la presencia de dos especies animales : la gallina y el asno en una fase reciente de Hierro I.
Se ha constatado en algunos niveles del yacimiento que corresponden a la segunda mitad del S. VII a. C. la presencia de atunes, que, junto a los moluscos fueron los productos del mar más consumidos por las sociedades asentadas en doña Blanca en esta época.

La navegación

     
La búsqueda de materias primas, especialmente metales, en el tránsito de la edad del Bronce a la del Hierro trajo consigo la exploración de nuevas rutas marítimas.
Poco a poco se fueron desarrollando nuevos tipos de barcos mejores que facilitaron la navegación. Los fenicios empezaron bordeando el litoral en la navegación  llamada de cabotaje pero su conocimiento de las estrellas les permitió la navegación por alta mar atravesando el Mediterráneo, en lugar de tomar la ruta meridional siguiendo las costas de África evitando las corrientes en contra de esta ruta. Así, llegaron a las costa del levante de la península y de allí a nuestra zona, a  Gadir, desde donde podían controlar todas las salidas de las explotaciones mineras, el Guadalquivir, el norte de Huelva y la costa Atlántica.


 Parada 3.- Barrio tardío

Se levanta entre los siglos IV y III a. C. últimas etapas del poblamiento antes de ser abandonado.

En los restos se puede observar la articulación del poblado en calles e ínsulas de viviendas con algunas plazas o espacios abiertos y calles anchas que permitirían el paso de carros y otros vehículos. El pavimento de las calles estaba hecho de una mezcla de arcilla, piedras pequeñas y fragmentos cerámicos de pequeño tamaño. Las viviendas, en general, eran de planta cuadrada, de tres o cuatro habitaciones, y sus interiores formados por basas de apoyo para los pilares de madera que sostenían las vigas de los techos. Las paredes se componían de un zócalo de mampuestos con superestructura tapial o adobe, y los suelos se cubrían con arcilla roja apisonada o estaban empedrados en algunos casos. Se puede ver con toda claridad los restos de un lagar y un horno.
Las puertas estaban en las esquinas o en el centro de los muros y en algunos casos una piedra plana servía de umbral. Un conjunto de piedras en forma semicircular serviría para alojas grandes vasijas con en algunas dependencias de las viviendas se realizarían actividades económicas, una de ellas posee un lagar y un  horno.

 Parada 4.- Barrio fenicio. Viviendas S. VIII a. C.


Estos restos están localizados en el extremo sureste del poblado, en los extramuros de la ciudad y cercanos a lo que podría haber sido la zona portuaria. 
Se trata de una nueva estructura urbana que varía sustancialmente en sus técnicas y materi
Presenta una trama urbana planificada, estaba integrado por un conjunto de viviendas asentadas sobre un suelo natural en pendiente, dispuestas por ello de forma escalonada para adaptarse al terreno. Estaban ordenadas mediante una serie de pasos angostos y callejuelas estrechas que permitían el paso de personas y animales pero no de carruajes.
Las viviendas constaban de tres o cuatro estancias cuadrangulares de tamaño variado y una altura de 2,5 a 3 m. Estaban construidas a base de mampuestos tramados con arcilla y las paredes estaban revocadas, encaladas y a veces decoradas con un zócalo rojo.
Los suelos eran de arcilla roja depurada y compacta que se renovaba con frecuencia con delgadas capas de cal. En ocasiones presentan un suelo especial formado por conchas marinas. El techo era plano y posiblemente formado por una estructura de  vigas de madera y cubierta vegetal. En algún caso se encontraron bancos de arcilla adosados a las paredes u hornacinas empotradas.
En el interior de las viviendas se han encontrado hogares o pequeños hornos de uso doméstico, fabricados con arcilla, con paredes ligeramente abovedadas de apenas un metro de diámetro. En ellos se haría el pan , en forma de tortas que se adosaban a las paredes. También aparecen lo que serían pequeños molinos de trigo.
Los fenicios aprendieron la práctica del cultivo del trigo y la elaboración del pan de los egipcios y la extendieron por las tierras que iban colonizando, de este modo, los pueblos de la costa andaluza se vieron beneficiados de estas prácticas.
Al principio no era más que una pequeña torta hecha con harina y sin fermentar pero pronto evolucionaría hasta convertirse en un alimento mucho más elaborado.

 Parada 5.- Dehesa




Corresponde a un asentamiento de la edad del Cobre, abarca un periodo entre el III milenio a. C. y la primera mitad del segundo milenio.
Se han encontrado algunas estructuras de planta circular, con zócalos de mampostería y paredes de barro que estarían asociadas a industrias líticas y cerámicas.
Estaban excavadas a poca profundidad, a entre 30 y 50 cm en la roca, y, en algunos casos, iban provistas de zócalos adosados en las paredes de la fosa en donde apoyaban las estructuras vegetales y de barro. Se aprecian algunas zanjas alargadas como cimientos de un paramento o empalizada.
Junto a las viviendas se dispusieron, en algunos casos, otras estructuras circulares de pequeño diámetro que se utilizarían como almacenes o despensas.
El uso de las estancias probablemente era muy restringido y sólo se utilizarían para guardar enseres y dormir. La mayoría de las actividades diarias se realizarían al aire libre, como era habitual en las sociedades agrícolas y ganaderas.
Se advierte que las viviendas estaban muy espaciadas de manera que ocupaban una  extensión amplia de terreno con muchos espacios libres.

Vida

Con la llegada de los fenicios aparecen nuevas técnicas para la elaboración de los preciados recipientes que permitían almacenar los excedentes agrícolas, facilitaban las tareas domésticas o creaban vínculos con el más allá en los ritos funerarios. Introducen el uso del torno del alfarero. Al principio se trataba de simple disco plano que permitía hacer girar las piezas para trabajarlas pero pronto se incorporó un nuevo disco inferior que permitía establecer una velocidad constante y controlable y dejaba libre las manos para modelar. Esto ocurría hacia el II milenio a. C. Después la pieza se dejaba secar al aire o bien en un horno.
 Las formas más frecuentes son los platos y los cuencos  de fondos muy aplanados y hechos con arcillas muy depuradas.
También son muy importantes las ánforas, de usos muy diversos; lo más característico es su fondo en punta. Igualmente las jarras de cuello cilíndrico y cuerpos decorados con círculos concéntricos y aparecen los oinocoes de engobe rojo conocidos como “boca de seta” que constan de un cuerpo globular con hendiduras  del hombro y pie con rehundimiento. Los cuellos cilíndricos pueden ser más estrechos o amplios y cónicos con boca trilobulada o con el asa más larga.

Parada 6.- Necrópolis

A lo largo de más de cien hectáreas en la falda meridional de la Sierra de San Cristobal se han localizado una serie de enterramientos de diferentes tipos y épocas.
De la edad del Bronce pleno son los hipogeos, de entre los siglos XVII y XV a. C. Son cámaras de planta circular, de unos tres metros de diámetro y 1´80 m de altura, de paredes ligeramente convexas y techo aplanado, sostenido en su zona central mediante un pilar tallado de una sola pieza. En el fondo se encontraba el nicho, utilizado además como depósito de ofrendas funerarias. Entre éstas se podían encontrar cualquier tipo de ajuares, compuestos por elementos metálicos de bronce como cuchillos, punzones y objetos de adorno, elementos de plata nativa como pendientes y espirales además de pequeños cuencos y vasos carenados con decoración campaniforme y puntillada.
En la entrada de estos monumentos aparecen a  veces labrados símbolos astrales como del sol y el creciente lunar como acto piadoso o señalando un lugar sagrado.
También aparecen túmulos, estructuras compuestas por una serie de círculos funerarios destinados al rito de la incineración, que podían llegar a acoger 62 enterramientos.

Los enterramientos se distribuirían presumiblemente en torno al “ustrinum” donde se produciría la cremación del cadáver, protegido por un murete que favorecería la combustión de la pira funeraria. Las urnas se depositarían en el suelo en oquedades o fosos de planta circular de entre 50 y 80 cm de diámetro y entre 40 y 60 cm de profundidad, recubierto con piedras o losas. 
Posteriormente el interior del “ustrinum” se sellaba con piedras de reducidas dimensiones muy bien trabadas.

Costumbres funerarias

Las sociedades protohistóricas del Mediterráneo practicaban el rito de la incineración y a semejanza de los egipcios mostraban el gusto por una buena tumba, sarcófago o urna en la que realizaban los enterramientos.
Tras la incineración en el ustrinum los restos se depositaban en las urnas cinerarias que se enterraban en estructuras funerarias, túmulos o hipogeos´algunos a gran profundidad para intentar preservarlo de los ladrones. Entre las urnas se encuentran gran diversidad de formas, vasos bicónicos de gran capacidad, ollas toscas con superficies bruñidas o vasos con cuellos anchos y acampanados.
También estaban los materiales a modo de ajuar funerario como patenas, platillos y quema perfumes.
Otro tipo de práctica funeraria sería la inhumación, menos usada, en estas sociedades. Se trataba, en general, de enterramientos colectivos, realizados en cámaras de planta circular y paredes ligeramente convexas y techo aplanado, sostenido en su zona central mediante un pilar de una pieza.

Parada 7.- Muralla fenicia

En este recinto confluyen tres murallas de épocas distintas, más o menos próximas cronológicamente. Este hecho indica el dinamismo y poderío económico de esta urbe.

Muralla periodo arcaico ( S. VIII a. C.)

Construida sobre el 730 antes de nuestra era. El tramo descubierto posee una anchura de tres m. aproximadamente y cuatro m. de altura.  Se aprecian bastiones semicirculares. Está edificado sobre un suelo compacto de arcilla roja y piedras con un zócalo de mampuesto trabados con argamasa rojiza. Los sillares son de corte irregular.
Las diferencias en el terreno indican que frente a la muralla había un foso con una anchura aproximada de veinte m. y una altura no superior a cuatro m. que tuvo que ser excavado en la roca calcarenita.
Las excavaciones parecen indicar que se utilizó como sistema de defensa, con varias modificaciones y reparaciones, hasta el S. VI antes de nuestra era.


 Muralla periodo Turdetano ( S. V a. C.)


Destaca por su buen estado de conservación, aparte de su estructura, pues se trata de unos tramos de muralla formados por dos paredes paralelas unidas entre si por unos muros que delimitan unos espacios a modo de casamatas, es importante resaltar su altura que pudo alcanzar hasta seis m.


Muralla periodo turdetano ( S. III a. C.)

Es la más superficial, por ello se ha podido excavar a lo largo de casi 240 m. y se puede observar una parte importante de su planta y apreciar el conjunto en toda su estructura.
Presenta cinco tramos separados mediante torres cuadrangulares, adelantados a la propia muralla. Los dos muros paralelos se encuentran separados entre si 3,5 m. La orientación de los lienzos origina una disposición zigzagueante.
Las torres poseen unas dimensiones de 10 por 9 m. y a veces se subdividen en dos mitades por un muro de sillares, que puede corresponder a remodelaciones de la época bárcida ( S. III a. C.)




La construcción en la época fenicia

La especialización de la sociedad fenicia y el empleo de materiales de construcción muy variados cambia por completo la forma de la edificación en la zona tanto para sus viviendas como para las murallas defensivas que construían El empleo de piedras, arena, arcilla e incluso rocas blandas del la zona en que se encuentran se constata por primera vez en el poblado de Doña Blanca.
En las construcciones se emplean cantos poco trabajados pero trabados de forma que ensamblan perfectamente y no es necesario el uso del mortero.