POBLADO DE DOÑA BLANCA
Realizado por Mª del Carmen del Río Luque
Curso de Patrimonio - Ceper Mardeleva
Diciembre de 2.015
El
yacimiento del Castillo de Doña Blanca presenta un espectacular grado de
conservación y guarda las claves para la investigación y una correcta
interpretación de la problemática de la presencia fenicia en la Bahía de
Cádiz, su relación con los pueblos indígenas y los aspectos cronológicos
relacionados con ésta.
Situación
Se encuentra flanqueado por el norte por la
Sierra de San Cristóbal y por el sur por una amplia y extensa llanura de
marismas y salinas formadas por depósitos aluviales del río Guadalete. Esta
llanura formó parte de la Bahía de Cádiz, por lo que el mar llegaba hasta la
base del cerro en el que se situó el primer asentamiento. Igual que ocurría en
nuestra vecina Évora.
Tiene forma de colina amesetada de planta casi
rectangular, mide 6,5 hectáreas de extensión y se eleva 31 m. sobre el nivel
del mar. Su relieve, totalmente artificial, se ha formado por la superposición
de depósitos y construcciones que se han ido acumulando a lo largo del tiempo
alcanzando en algunos puntos 9 m. de estratos arqueológicos. En términos
arqueológicos a esta colina artificial se le denomina tell.
Secuencia cronológica
Los restos más antiguos encontrados pertenecen a
una fase tardía de la Edad de Cobre, a finales del III milenio a. C.
De esta fase se han excavado algunos fondo de cabañas dispersas por la
base del yacimiento que se adaptan a la topografía original del terreno.
Después se produce una fase de abandono que se
prolonga hasta mediados del S. VIII a. C. En que vuelve a ser ocupado,
construyéndose la primera muralla.
Desde entonces el yacimiento permanece poblado de manera continua hasta la llegada
de los romanos a la Península Ibérica, con motivo de la segunda Guerra Púnica,
a fines del siglo III a. C. Durante estos cinco siglos, la ciudad sufre
varias remodelaciones urbanísticas y la construcción de otras dos murallas.
Después el yacimiento vuelve a quedar abandonado hasta Época medieval
Islámica en que se estableció una alquería almohade. (Almohades:
hombres de Dios, bereberes. S. XII, ).
Mas tarde,
en el S. XVI se erigió una ermita, de planta de cruz griega, que es la
torre aún conservada y que se denomina popularmente como Torre o Castillo de
Doña Blanca, ya que la tradición popular la identifica como el lugar en que
sufrió prisión la esposa de Pedro I, doña Blanca de Borbón.
Urbanismo
Los restos constructivos pertenecientes al S.
VIII a. C. se localizan generalmente cubiertos por una potente capa de
sedimentos acumulados de épocas ulteriores, por lo que normalmente es necesario excavar
entre 7 y 9 m de
profundidad para
hallarlos. Sin embargo, se ha
descubierto una amplia zona extramuros de la ciudad arcaica, en la que
no ha habido construcciones posteriores superpuestas, lo que ha permitido la
excavación de un amplio sector de viviendas perteneciente a estos
momentos. Se disponen en terrazas artificiales, construidas aprovechando
la pendiente natural del terreno.
Sistema defensivo
Desde el S. VIII a. C. la ciudad estuvo provista
de una potente muralla de la que hoy conocemos una pequeña parte.
Necrópolis de la Sierra de San Cristóbal
Justo al norte del yacimiento, al otro lado de la
carretera del Portal, en la falda de la Sierra se encuentra la necrópolis.
Trabajos
de campo realizados en el castillo de Doña Blanca
El poblado y la necrópolis del Castillo de Doña Blanca han sido objeto,
desde 1979, de un programa de investigación sobre la colonización fenicia en la
bahía gaditana que abarca todo el proceso histórico, desde los
primeros contactos de estos pobladores y su implantación en la zona
hasta que se produce su abandono, en torno al siglo III a. C.
Desde dicho año y hasta la
actualidad, se han efectuado varias campañas arqueológicas en el yacimiento,
cuyo objetivo principal ha sido el análisis de la secuencia estratigráfica del
poblado, así como el estudio de los aspectos defensivos y urbanísticos en sus
diferentes épocas y de los rituales funerarios practicados. No obstante, dentro
de este programa de investigación se han llevado a cabo excavaciones de
diferentes épocas, que revelaban la importancia histórica del yacimiento. Además, dentro de este programa de
investigación se han llevado a cabo otros tipos de estudios, centrados en
aspectos como la alimentación, el paleoambiente, la geología, los metales y las
pastas cerámicas.
Las excavaciones efectuadas hasta ahora, por
tanto, permiten trazar un ajustado panorama del proceso histórico de la bahía
gaditana en su amplia estratigrafía, desde comienzos del siglo VIII hasta
finales del III a. C.
1979 - 1981
En las dos primeras campañas de excavación,
llevadas a cabo en los años 1979 y 1981, se realizaron los primeros cortes
estratigráficos en la esquina sureste del poblado, delante de la torre,
que puso de relieve una amplia estratigrafía de poco más de 100 metros
cuadrados de longitud y unos 9 metros de profundidad, cuyo resultado fue la
aparición de ciertos vestigios o restos pertenecientes a sistemas defensivos
superpuestos y que podían datarse entre los siglos V y IV/III a. C.
Al mismo tiempo, este amplio corte dejó constancia de la existencia de varios restos
de habitaciones de diferentes épocas que revelaban la importancia histórica del
yacimiento.
1982 - 1983
Entre 1982 y 1983, las actuaciones estuvieron más
orientadas hacia la excavación de una extensión aproximada de 1000 metros
cuadrados, localizada en el extremo sureste del poblado, que se
correspondía con una serie de estructuras urbanas pertenecientes a los
siglos IV-III a. C., así como varios tramos defensivos
pertenecientes a dos murallas superpuestas, reconocidas en el sector suroeste.
Se realizaron además varios cortes estratigráficos en la zona, que
sirvieron para reconstruir una secuencia desde el siglo VIII a. C. y
proporcionaron estratos bien definidos de los siglos VII y VI a. C.
1984 - 1985
Las siguientes campañas se centraron en la
excavación de la necrópolis, localizada en la zona de Las Cumbres, en
las proximidades del yacimiento de Doña Blanca. Concretamente, se excavó un enterramiento
colectivo, bajo túmulo, en el que la presencia de restos incinerados
permitió constatar su uso durante la mayor parte del siglo VIII a. C.
1986 – 1987
En la
campaña de 1986 se concretaron aspectos que quedaron pendientes en las
prospecciones anteriores del sector sureste. Así, se amplió la longitud de la muralla
más reciente, que ya había sido excavada con anterioridad (1982-1983), que
cronológicamente se correspondía con un tramo de los siglos IV/III a. C.
También se excavó un corte estratigráfico entre esta muralla y la más
antigua, de los siglos V/IV a. C., y se realizaron excavaciones en
extensión en El Espigón, donde se detectaron restos de una fortificación
reciente y los primeros vestigios de viviendas fenicias del siglo VIII
a. C. Estas prospecciones continuaron al año siguiente, con un área
excavada total de unos 500 metros cuadrados. Se trataba de un conjunto de
viviendas del siglo VIII a. C., aterrazadas en la ladera de la colina, que por
ahora constituyen la documentación más abundante y mejor datada de la fase
arcaica, o de fundación, del poblado. En ella se advirtieron, en algún caso,
dos niveles de viviendas y, de viviendas y, de ellos, el más reciente
presentaba un buen estado de conservación.
1989
En 1989, la actuación se centró en la excavación
superficial de la muralla más reciente de los siglos IV/III a. C., a lo
largo de la fachada norte del poblado y con una longitud de 240 metros, aunque
también
se sacaron a la luz tramos cortos de murallas anteriores. Así, se excavó
un pequeño sector en el que se pudo apreciar una sección corta de la muralla
arcaica del siglo VIII a. C. y una torre del siglo V a. C., en el
ángulo noroeste del poblado, relacionada probablemente con una de las entradas
a la ciudad.
1991
En 1991 se amplió la extensión excavada de
las viviendas de la zona del Espigón, conocidas como "barrio
fenicio", y se obtuvieron más datos de índole urbanística y de sistemas
de captación de agua y de defensa, mediante la constatación de unas zanjas
excavadas al pie de la terraza inferior de las viviendas fenicias. Los
resultados de esta campaña fueron decisivos para el análisis de los materiales
fenicios del siglo VIII y de comienzos del VII a. C. También en la zona alta
de la Sierra de San Cristóbal se llevó a cabo una actuación arqueológica,
con la excavación de 1.500 metros cuadrados de viviendas de los siglos IV/II.
RECORRIDO POR EL RECINTO
Parada 1.- Torre de Doña Blanca
Según la tradición, éste fue el lugar en que estuvo presa Doña Blanca de Borbón, esposa del rey Pedro I el Cruel.
Esta original torre fue construida en el S. XV
d. C. Aún no se sabe su función con exactitud. Podría haber sido una torre
vigía o atalaya o una ermita fortaleza. Lo más original es su forma y los
materiales utilizados para su construcción, con gruesos muros de mampostería
reforzada en los ángulos por grandes sillares.
Se trata de una construcción de planta de cruz
griega a la que se accedía por una pequeña puerta en forma de arco
apuntado con un baquetón gótico en uno de los brazos del edificio. Sobre
éste se encuentra una pequeña ventana, también apuntada, que aparece igualmente
en todos los lados del edificio. La cubierta es plana y se accedía a
ella por una escalera interior. Esta rematada por un doble moldura o listel
de tradición almohade.
Doña Blanca de Borbón, sobrina del rey Carlos V de
Francia, fue obligada con 18 años a casarse con el rey Pedro I el Cruel, como
consecuencia de una alianza entre el reino francés y el castellano. El monarca
al rechazó y despreció y ella se vio obligada a huir y refugiarse en la Iglesia
de Santa María.
El rey ordenó cercar Toledo y hacerla prisionera.
Primero fue encerrada en el castillo de Sigüenza y posiblemente
trasladada después a esta torre y al castillo de Medina Sidonia donde fue
asesinada, al parecer, por orden de su esposo.
Las fuentes históricas señalan Sidueña como lugar
donde ocurrieron los acontecimientos, y se ha interpretado como Sidonia, por
ello se sitúan los hechos en esta zona.
Parada 2.- Corte estratigráfico
En su estudio los arqueólogos pueden
apreciar los diferentes momentos de habitación por los que ha pasado el
enclave, gracias al examen de la composición, textura y estructura de las
unidades estratigráficas. Estos datos pueden llegar a proporcionar una información
vital sobre los paleoambientes, actividades humanas, distribución espacial o
procesos de formación del emplazamiento.
Se pueden distinguir distintos muros que
llegan a alcanzar hasta 9 m. de profundidad que se pueden situar en torno al S.
VIII a. C. - los más profundos- aunque también hay restos de una cabaña
perteneciente a una época tardía de la edad de Bronce y los más
superficiales corresponden a los S. V/IV/III a. C. Se trata de unos tramos
de muralla. También se encuentra lo que
podrían ser restos de un granero, incluso la presencia de semillas
carbonizadas y la tierra ennegrecida permite deducir que hubo un incendio.
Vida
Las características del paisaje, con zonas
muy variadas, el litoral costero, la marisma, la sierra y la campiña
con suelos de secano dedicados al cultivo del trigo y la vid, y tierras
productivas de huerta como las del litoral atlántico por el alumbramiento
de aguas. Ello justifica su ocupación desde tiempos tan remotos.
Además la existencia de estos recursos: productos
agrícolas, ganaderos e incluso pesqueros, hizo posible el desarrollo
de industrias basadas en estos productos.
El cultivo de la vid y el olivo destacan por
encima de todos. Hasta el S. VII a. C. no se empezó la elaboración del aceite
como tal, hasta entonces existía una variedad de olivo silvestre llamado
acebuche, de hecho, Cádiz se denominaba la Isla de los Acebuches.
También fue abundante la producción de cereales y
leguminosas pero el principal cultivo fue el de la vid, con la elaboración del vino
como producto por excelencia.
En cuanto a los animales, en la Edad de
Bronce, el ganado estaba considerado como un recurso económico de primer orden
y signo de prestigio. El modelo fenicio se basaba en rebaños mixtos de cabras
y ovejas en régimen de semipastoreo orientados a la producción de
lana para abastecer la industria de tejidos teñidos, uno de los
productos característicos del comercio fenicio.
También existe constancia de la existencia aquí de
ganado bovino, necesario para la
realización de las tareas agrícolas. El cerdo tenía aquí poca entidad
pero sí se documenta la presencia de dos especies animales : la gallina y el
asno en una fase reciente de Hierro I.
Se ha constatado en algunos niveles del yacimiento
que corresponden a la segunda mitad del S. VII a. C. la presencia de atunes,
que, junto a los moluscos fueron los productos del mar más consumidos
por las sociedades asentadas en doña Blanca en esta época.
La navegación
Poco a poco se fueron desarrollando nuevos
tipos de barcos mejores que facilitaron la navegación. Los fenicios
empezaron bordeando el litoral en la navegación
llamada de cabotaje pero su conocimiento de las estrellas les
permitió la navegación por alta mar atravesando el Mediterráneo, en lugar de
tomar la ruta meridional siguiendo las costas de África evitando las corrientes
en contra de esta ruta. Así, llegaron a las costa del levante de la península y
de allí a nuestra zona, a Gadir,
desde donde podían controlar todas las salidas de las explotaciones mineras, el
Guadalquivir, el norte de Huelva y la costa Atlántica.
Parada 3.- Barrio tardío
Se levanta entre los siglos IV y III a. C.
últimas etapas del poblamiento antes de ser abandonado.
En los restos se puede observar la articulación
del poblado en calles e ínsulas de viviendas con algunas plazas
o espacios abiertos y calles anchas que permitirían el paso de carros y
otros vehículos. El pavimento de las calles estaba hecho de una mezcla
de arcilla, piedras pequeñas y fragmentos cerámicos de pequeño tamaño. Las
viviendas, en general, eran de planta cuadrada, de tres o cuatro
habitaciones, y sus interiores formados por basas de apoyo para los pilares de
madera que sostenían las vigas de los techos. Las paredes se componían
de un zócalo de mampuestos con superestructura tapial o adobe, y los suelos
se cubrían con arcilla roja apisonada o estaban empedrados en algunos casos. Se
puede ver con toda claridad los restos de un lagar y un horno.
Las puertas estaban en las esquinas o en el
centro de los muros y en algunos casos una piedra plana servía de umbral. Un
conjunto de piedras en forma semicircular serviría para alojas grandes
vasijas con en algunas dependencias de las viviendas se realizarían actividades
económicas, una de ellas posee un lagar y un horno.
Parada 4.- Barrio fenicio. Viviendas S. VIII a. C.
Estos restos están localizados en el extremo
sureste del poblado, en los extramuros de la ciudad y cercanos a lo que
podría haber sido la zona portuaria.
Se trata de una nueva estructura urbana que varía
sustancialmente en sus técnicas y materi
Presenta una trama urbana planificada, estaba
integrado por un conjunto de viviendas asentadas sobre un suelo natural en
pendiente, dispuestas por ello de forma escalonada para adaptarse al
terreno. Estaban ordenadas mediante una serie de pasos angostos y
callejuelas estrechas que permitían el paso de personas y animales pero no de
carruajes.
Las viviendas constaban de tres o cuatro estancias
cuadrangulares de tamaño variado y una altura de 2,5 a 3 m. Estaban construidas
a base de mampuestos tramados con arcilla y las paredes estaban revocadas,
encaladas y a veces decoradas con un zócalo rojo.
Los suelos eran de arcilla roja depurada y
compacta que se renovaba con frecuencia con delgadas capas de cal. En
ocasiones presentan un suelo especial formado por conchas marinas. El
techo era plano y posiblemente formado por una estructura de vigas de madera y cubierta vegetal. En algún
caso se encontraron bancos de arcilla adosados a las paredes u
hornacinas empotradas.
En el interior de las viviendas se han encontrado hogares
o pequeños hornos de uso doméstico, fabricados con arcilla, con paredes
ligeramente abovedadas de apenas un metro de diámetro. En ellos se haría el pan
, en forma de tortas que se adosaban a las paredes. También aparecen lo que
serían pequeños molinos de trigo.
Los fenicios aprendieron la práctica del cultivo
del trigo y la elaboración del pan de los egipcios y la extendieron por
las tierras que iban colonizando, de este modo, los pueblos de la costa
andaluza se vieron beneficiados de estas prácticas.
Al principio no era más que una pequeña torta
hecha con harina y sin fermentar pero pronto evolucionaría hasta convertirse en
un alimento mucho más elaborado.
Parada 5.- Dehesa
Corresponde a un asentamiento de la edad del
Cobre, abarca un periodo entre el III milenio a. C. y la primera mitad del
segundo milenio.
Se han encontrado algunas estructuras de planta
circular, con zócalos de mampostería y paredes de barro que estarían
asociadas a industrias líticas y cerámicas.
Estaban excavadas a poca profundidad, a
entre 30 y 50 cm en la roca, y, en algunos casos, iban provistas de zócalos
adosados en las paredes de la fosa en donde apoyaban las estructuras vegetales
y de barro. Se aprecian algunas zanjas alargadas como cimientos de un
paramento o empalizada.
Junto a las viviendas se dispusieron, en algunos
casos, otras estructuras circulares de pequeño diámetro que se
utilizarían como almacenes o despensas.
El uso de las estancias probablemente era muy
restringido y sólo se utilizarían para guardar enseres y dormir. La
mayoría de las actividades diarias se realizarían al aire libre, como
era habitual en las sociedades agrícolas y ganaderas.
Se advierte que las viviendas estaban muy
espaciadas de manera que ocupaban una
extensión amplia de terreno con muchos espacios libres.
Vida
Con la llegada de los fenicios aparecen nuevas
técnicas para la elaboración de los preciados recipientes que permitían
almacenar los excedentes agrícolas, facilitaban las tareas domésticas o creaban
vínculos con el más allá en los ritos funerarios. Introducen el uso del torno
del alfarero. Al principio se trataba de simple disco plano que permitía
hacer girar las piezas para trabajarlas pero pronto se incorporó un nuevo disco
inferior que permitía establecer una velocidad constante y controlable y dejaba
libre las manos para modelar. Esto ocurría hacia el II milenio a. C.
Después la pieza se dejaba secar al aire o bien en un horno.
Las formas
más frecuentes son los platos y los cuencos de fondos muy aplanados y hechos con arcillas
muy depuradas.
También son muy importantes las ánforas, de
usos muy diversos; lo más característico es su fondo en punta. Igualmente las jarras
de cuello cilíndrico y cuerpos decorados con círculos concéntricos y
aparecen los oinocoes de engobe rojo conocidos como “boca de seta” que
constan de un cuerpo globular con hendiduras del hombro y pie con rehundimiento. Los cuellos cilíndricos pueden ser
más estrechos o amplios y cónicos con boca trilobulada o con el asa más larga.
Parada 6.- Necrópolis
A lo largo de más de cien hectáreas en la falda
meridional de la Sierra de San Cristobal se han localizado una serie de enterramientos
de diferentes tipos y épocas.
De la edad del Bronce pleno son los hipogeos,
de entre los siglos XVII y XV a. C. Son cámaras de planta circular,
de unos tres metros de diámetro y 1´80 m de altura, de paredes ligeramente
convexas y techo aplanado, sostenido en su zona central mediante un pilar
tallado de una sola pieza. En el fondo se encontraba el nicho, utilizado
además como depósito de ofrendas funerarias. Entre éstas se podían
encontrar cualquier tipo de ajuares, compuestos por elementos metálicos
de bronce como cuchillos, punzones y objetos de adorno, elementos de plata
nativa como pendientes y espirales además de pequeños cuencos y vasos carenados
con decoración campaniforme y puntillada.
En la entrada de estos monumentos aparecen a veces labrados símbolos astrales como
del sol y el creciente lunar como acto piadoso o señalando un lugar sagrado.
También aparecen túmulos, estructuras
compuestas por una serie de círculos funerarios destinados al rito de la
incineración, que podían llegar a acoger 62 enterramientos.
Los enterramientos se distribuirían
presumiblemente en torno al “ustrinum” donde se produciría la cremación
del cadáver, protegido por un murete que favorecería la combustión de la
pira funeraria. Las urnas se depositarían en el suelo en oquedades o
fosos de planta circular de entre 50 y 80 cm de diámetro y entre 40 y 60 cm de
profundidad, recubierto con piedras o losas.
Posteriormente el interior del “ustrinum” se
sellaba con piedras de reducidas dimensiones muy bien trabadas.
Costumbres funerarias
Las sociedades protohistóricas del Mediterráneo
practicaban el rito de la incineración y a semejanza de los egipcios mostraban
el gusto por una buena tumba, sarcófago o urna en la que realizaban los
enterramientos.
Tras la incineración en el ustrinum los restos se
depositaban en las urnas cinerarias que se enterraban en estructuras
funerarias, túmulos o hipogeos´algunos a gran profundidad para intentar preservarlo
de los ladrones. Entre las urnas se encuentran gran diversidad de formas,
vasos bicónicos de gran capacidad, ollas toscas con superficies bruñidas o
vasos con cuellos anchos y acampanados.
También estaban los materiales a modo de ajuar
funerario como patenas, platillos y quema perfumes.
Otro tipo de práctica funeraria sería la inhumación,
menos usada, en estas sociedades. Se trataba, en general, de enterramientos
colectivos, realizados en cámaras de planta circular y paredes ligeramente
convexas y techo aplanado, sostenido en su zona central mediante un pilar de
una pieza.
Parada 7.- Muralla fenicia
En este recinto confluyen tres murallas de
épocas distintas, más o menos próximas cronológicamente. Este hecho indica
el dinamismo y poderío económico de esta urbe.
Muralla periodo arcaico ( S. VIII a. C.)
Construida sobre el 730 antes de nuestra era. El
tramo descubierto posee una anchura de tres m. aproximadamente y cuatro
m. de altura. Se aprecian bastiones
semicirculares. Está edificado sobre un suelo compacto de arcilla roja y
piedras con un zócalo de mampuesto trabados con argamasa rojiza. Los
sillares son de corte irregular.
Las diferencias en el terreno indican que frente a
la muralla había un foso con una anchura aproximada de veinte m. y una altura
no superior a cuatro m. que tuvo que ser excavado en la roca calcarenita.
Las excavaciones parecen indicar que se utilizó
como sistema de defensa, con varias modificaciones y reparaciones, hasta
el S. VI antes de nuestra era.
Muralla periodo Turdetano ( S. V a. C.)
Destaca por su buen estado de conservación, aparte
de su estructura, pues se trata de unos tramos de muralla formados por dos
paredes paralelas unidas entre si por unos muros que delimitan unos
espacios a modo de casamatas, es importante resaltar su altura que
pudo alcanzar hasta seis m.
Muralla periodo turdetano ( S. III a. C.)
Es la más superficial, por ello se ha podido
excavar a lo largo de casi 240 m. y se puede observar una parte importante
de su planta y apreciar el conjunto en toda su estructura.
Presenta cinco tramos separados mediante torres
cuadrangulares, adelantados a la propia muralla. Los dos muros paralelos se
encuentran separados entre si 3,5 m. La orientación de los lienzos origina una disposición
zigzagueante.
Las torres poseen unas dimensiones de 10 por 9 m.
y a veces se subdividen en dos mitades por un muro de sillares, que puede
corresponder a remodelaciones de la época bárcida ( S. III a. C.)
La construcción en la época fenicia
La especialización de la sociedad fenicia y el
empleo de materiales de construcción muy variados cambia por completo la forma
de la edificación en la zona tanto para sus viviendas como para las murallas
defensivas que construían El empleo de piedras, arena, arcilla e incluso rocas blandas
del la zona en que se encuentran se constata por primera vez en el poblado de
Doña Blanca.
En las construcciones se emplean cantos poco
trabajados pero trabados de forma que ensamblan perfectamente y no es necesario
el uso del mortero.